Albert Camus, el extranjero en su patria

Hay quien se está comenzando a preguntar si el nombre de Albert Camus no será una maldición para el poder. El año que viene se conmemora el centenario del nacimiento del escritor y todo apunta a que el resultado puede ser parecido al del fracaso de Nicolas Sarkozy cuando quiso, con motivo del cincuentenario de su muerte, llevar sus restos al Panteón en compañía de Voltaite, Zola, Víctor Hugo, Madame Curie, André Malraux.,y se llevó la sorpresa de que la familia del escritor, representado en su hija Catherine, rechazara el honor. Ahora, una exposición proyectada en Aix en Provence, donde se encuentra el legado Camus, y que tenía como punto de partida su  relación con Argelia, ha sido revocada y en su lugar se hará otra cuyo tema central aún está por dilucidar.

La cosa no es nueva. Quien frecuente los diarios franceses se topará cada semana con alguna polémica en torno a este acontecimiento desde hace meses que tiene al escritor francés como centro de la discordia. Todo viene de lejos: desde luego la tesis de que el accidente donde perdió la vida con su amigo Michel Gallimard , el sobrino de Gastón, el editor de Camus, y que se achacó a un exceso de velocidad, han sido revisados a favor de un oscuro sabotaje. Ya el escritor René Etiemble estuvo durante mucho tiempo buscando un diario que le publicara un artículo suyo donde demostraba que ese coche era un sarcófago, y hace un año dimos, y digo dimos porque me encontraba entre los miembros del jurado, el Premio Dulce Chacón de Narrativa  a una novela, La nave de los locos, de Berta Vias Mahon, que sustentaba la tesis, algo oscura, ambigua,  de que habían sido miembros del FLN los que habían saboteado el coche. Las especulaciones, ahora, apuntan a algunos miembros ligados al establishment que no verían con buenos ojos la independencia de criterio del escritor.

Lo de Sarkozy es más concreto, menos especulativo, más real. Hace escasamente dos años quiso enterrar con honores de estado al escritor en el Panteón. Eso significa pertnecer para siempre al ornato cultural del estado francés, ser uno d elos padres de la República, algo mucho más importante en su laicidad que enterra a Shakespeare en la Catedral de San Pablo. Los honores se hacen con la Guardia Republicaba de Dragones y es una ceremonia por la que muchos intelectuales franceses darán algo más que su vida porque es algo parecido en la tierra a entrar en la inmortalidad. La familia del escritor se negó en rotundo alegando que a su padre le disgustaría profundamente algo así y no estaba en su legado. El político vio frustrada su pompa pero muchos esperaron al centenario mientras afilaban armas. Ahora ha sido su ocasión.

La excusa: Argelia. Como siempre. Francia está profundamente dividida, hay millones de norteafricanos, sobre todo argelinos, en el país, muchos de ellos ciudadanos franceses que representan un polvorín difícil de controlar en una nación tocada ya por la crisis y con el problema del fundamentalismo islámico. La anulación de la exposición comisariada por el historiador Benjamin Stora, por parte de Pays d¨Aix , la autoridad regional, es eminentemente política aunque se hayan escudado en la falta de presupuesto y en problemas logísticos, ¿desde cuando hubo en Francia problemas de presupuesto con los considerados padres de la patria?  Stora quiso mostrar en la exposición lo que todos los que hemos leído a Camus sabemos, que si bien abogaba por un mayor autogobierno, se negaba a reconocer la independencia por su condición de pied noir, colonos blancos que se consideraban tan argelinos como los del FLN y que llegaron a ser casi un millón de personas. Después de la independencia de Argelia, en 1962, muchos de ellos regresaron a la metrópoli, sobre todo a la región de Aix en Provence, de sus 140.000 habitantes se calcula que 40.000 de ellos son de origen pied noir, entre ellos la familia de Albert Camus, su hija Catherine aún vive allí. Hay una parte de esa comunidad a la que le agrada que el legado de Camus se halle en Aix e incluso abogan por la exposición, pero gran parte de ellos no lo ven con buenos ojos porque no olvidan las denuncias de tortura y penas de muerte contra los independentistas que el escritor protagonizó en los días de la guerra sucia.

Se ha cambiado de comisario. Ahora es Michael Onfray, autor de un libro bello sobre el escritor, El orden libertario. La vida filosófica de Albert Camus, donde reivindica la magna figura del autor de El extranjero empequeñeciendo la de Jean Paul Sastre, polémica que surge de vez en cuando en Francia y a la que le cabe el honor de llevar así sesenta años de vaivenes, que si Sartre, que si Camus. Bueno, hay que decir que lo era hasta hace pocas horas ya que ha dimitido en carta a Le Monde, motivo de que ahora todos saquemos artículos sobre el centenario, tachando a la organización de burdel. Muchos, ahora, critican la dimisión de Onfray porque creen que lo único que está haciendo es echar leña al fuego: hay rumores de que una sección de la antigua OAS vería con buenos ojos que Onfray fuera el comisario porque ese Stora no dejaba de ser un judío aliado al FLN, mientras otros apuntan a que la responsable de todo este desaguisado es la propia alcaldesa, Maryse Joissains Masini, amiga de Nicolas Sarkozy y adoradora secreta del Frente Nacional lepenista.

A algunos les gustaría que todo esto degenerase en un nuevo affaire Dreyfus, con Albert Camus como chivo expiatorio. Me temo que todos estos deseos son ganas de imaginar un pasado que no volverá. Lo cierto es que es la corrección política el único criterio que ahora se adopta en Francia, y si hubo problemas con el aniversario de Louis Ferdinand Céline, a quien el ministro de cultura francés del momento, Frederic Mitterrand, nombrado por Sarkozy, le negó el pan y la sal porque parte de la comunidad judía lo vio con malos ojos, ahora se quiere pasar por Camus, que sigue siendo un personaje incómodo, sobre todo por su posición en la guerra argelina, con pies de plomo. Pero Camus no es Céline, y si muchos no se atreven a reivindicar la figura del autor de Viaje al fin de la noche por sus demenciales panfletos antisemitas, con Camus la polémica está servida y según se acerca la fecha del centenario se recrudece. El mes que viene se decide si la exposición tendrá lugar. Puede ser el detonante de salida de un esperpento, esta vez, sí, a la francesa.

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