Eric Hobsbawn, el último de los Apóstoles

La muerte de Eric Hobsbawn a los 95 años en un hospital cercano a  su casa, el Royal Free Hospital de Hampstead, supone la desaparición, después de una larga enfermedad, por otro lado muy acomodada a su carácter, de quien es considerado el gran historiador de la actualidad y un intelectual de primer rango, lo que hoy día supone una pérdida difícil de reparar.. En el Reino Unido la conmoción de la clase intelectual británica ha sido mayúscula ya que tanto entre los autores de izquierda como conservadores era considerado una referencia de primer orden. Lo cierto es que con él se ha ido un símbolo, el último, de la espléndida historiografía británica del siglo XX, un siglo que, sin ir más lejos, ha dado a gentes como E.H. Carr, Arnold J. Toynbee, el historiador de los ciclos y de la defensa del imperialismo, John Saville, Christopher Hill… nombres tomados a botepronto de una nómina que podría rondar la treintena de ellos, todos de primera línea. Algún día habría que estudiar la eclosión espléndida de la historiografía británica y su indisoluble ligazón a los problemas derivados del Imperio y su administración, pero ahora cabe centrarnos en la historiografía marxista y en su máximo representante. Hobsbawn fue el típico intelectual cosmopolita y de alta cultura, en la literatura tenemos el caso similar de Vladimir Nabokov y en sociología el de sir Isaiah Berlin, hay profusión de judíos en esta categoría por su condición de viajeros errantes y de intenso meritaje en lo cultural,  que hoy día es algo más que una rareza ya que no se dan las condiciones para su surgimiento: nacido en Alejandría, de padres judíos pero no practicantes, que, al igual que Karl Popper, el filósofo conservador, se educó en la Viena de entreguerras y en Berlín, aunque sus padres les educaron en la lengua inglesa. Pasó, entonces, de la estructuración mental , tan sólida, de la Universidad alemana, pero lo importante de este período de la vida de Hobsbawn tiene más que ver con la descomposición política de la República de Weimar que de su formación intelectual: fue allí cuando se hizo marxista, porque, como él se ha encargado de decir muchas veces, “no me gustaba el nacionalismo, la socialdemocracia me parecía tibia y el sionismo no me interesaba”. En el año 1933, el año en que Hitler toma el poder en Alemania, la familia se traslada a Inglaterra y estudia en Cambridge, en el King´s College, donde entra a formar parte de los Apóstoles, una sociedad que ha tenido entre sus miembros a Bertrand Russell, a John Maynard Keynes,  a Ludwig Wittgenstein, Leonard Woolf, político y editor, marido de Virginia Woolf, y a los espías soviéticos Guy Burgués y Anthony Blunt, este último prestigioso historiador del arte, consejero privado de la Reina y especialista mundial en Poussin y que Margaret Thatcher sacrificó en contra de la opinión del establishment, quizá por exclusivas razones electorales.

Con esta cita de enormes nombres, tan esenciales para la vida cultural y política del Reino Unido del siglo XX, he querido destacar el lugar de donde proviene este hombre que debido a su experiencia en la Guerra Mundial, se presentó como voluntario para realizar tareas de espionaje, algo muy del Grupo de Cambridge, pero debido a que era un conocido estalinista se le mandó a East Anglia a fortificar una costa improbable y allí conoció a obreros galeses y escoceses con los que entabló una enorme amistad , por lo que decidió no entrar a formar parte de la elite de historiadores de Cambridge sino dar clases en Birkbeck College, de la Universidad de Londres, debido a esa experiencia, digo, no abandonó nunca una pétrea reivindicación marxista en su interpretación de la historia, ala vez que le dio esa secreta vocación excéntrica, tan británica, de dedicarse a otra cosa mediante un alias, ejerció la crítica de jazz durante años en el New Statesman firmando como Frankie Newton, nombre prestado del batería de la orquesta de Billie Holliday, que era comunista. Sus libros, importantísimos, se han centrado en la importancia de las dos revoluciones capitales de la Modernidad, la francesa y la industrial británica, y en la convicción de que Marx previó en cierta forma la deriva globalizadota del capitalismo actual: En esta onda sus mejores libros y los que le han dado fama internacional han sido La era de la revolución (1789-1848), La era del capitalismo y La era del Imperio (1875-1914), a los que habría que sumar Historia del siglo XX, considerada por muchos como la más lúcida composición histórica escrita sobre el siglo que nos ha dejado.

Comunista toda su vida, sobrevivió a la de su propio partido que se disolvió antes de que muriera, aunque amigos que le conocieron, como Tony Judt , han sugerido que su distanciamiento del partido era desde hace mucho tiempo una realidad que su discreción no permitió saliera a la luz. Sin embargo, a pesar de haber leído estos libros yrendirles admiración, creo que hay otros elementos en la obra de este historiador que habría que destacar. Leí hace tiempo con delectación Rebeldes primitivos, que es como se tradujo en español, lo editó Ariel en 1983, y creo que esta obra es capital porque, quitando las interesadas adherencias románticas de los rebeldes sin aparente causa, Hobsbawn demuestra que detrás de esas actitudes hay una inconsciente deuda con los elementos políticos y económicos del momento que el rebelde contesta, lejos de una autonomía espontánea que a muchos fascina precisamente porque no deja rastro de la razón por la que surge. Este libro es importante porque dignifica a los marginados de la historia, aquellos que Walter Benjamin entrevió en el anonimato del pasado y que tomó realidad cruel en los campos de exterminio. Y desde luego para curarnos de nacionalismos, siempre oscuramente espurios, su tesis de que son siempre las elites de esos países los que se inventan las tradiciones ancestrales para justificar sus intereses.

En los años 80 se convirtió en un guía para la renovación del Partido Laborista. Su dirigente Neil Kinnock, renovó las bases gracias a esa influencia y paree ser que fue esa actitud la que abrió las puertas a la “Tercera Vía “del futuro Tony Blair. Me gustaría saber que pensaría en el fondo este hombre de la deriva habida después de ideologías y personas.

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Una respuesta a Eric Hobsbawn, el último de los Apóstoles

  1. Luisa Pallarés dijo:

    Requiescat Hobsbawn ¿tendrás relevo?

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